SIEMPRE ESTARÁS EN CADA ATARDECER, por Elizabeth Huglich

Dentro del reloj de arena | Nicholas Avedon

Confinas una vida sin amor y tu mirada distante se aleja entre la lontananza fría, imperceptible, que lucha con un crepúsculo inquieto, tenue, como presintiendo tanto dolor. La inquieta brisa temprana no se detiene, espera con ansias adentrarse sobre la habitación, donde tu tristeza se sumerge en una soledad de silencios e interminables veladas, que vacilan entre pasillos de paredes acotadas, enmudecidas. Resignas así, vivir en una rutina, sin renunciar a los deseos del corazón. Te limitas a  escribir cada semana un deseo, guardandolos entre cajones apiñados en en aquel viejo rincón. Desde allí, la tarde va asomando especial y algo distinto se siente en el aire, cruzan en bando un vuelo de ruiseñores como previendo ilusiones nuevas, sintiéndose como se funden en el desgastado cemento pausados pasos. Él, está allí, irradiando una ternura que llegue al alma. María,  ha acorralado  torbellinos de amargura, con un corazón rebelde que se aleja sin palabras. Sólo su perseverancia génera la magia,  las palabras suenan en melodías y el brillo en sus ojos encienden un sentimiento, que ella teme. El tiempo, cómplice, amigo, es parte, la felicidad se va acercando, no interesa el momento, ella respeta su  amistad, en cambio sus miradas dicen lo contrario.  Los meses pasan y en cada atardecer, los instantes profundizan  lo fantástico, único. Jamás su imaginación se acercaría a un adiós,un distanciamiento y sin embargo, la realidad arrebató todo, la neblina cruzó el linde, la oscuridad se llevó su luz y nunca se volvieron a encontrar. En ese instante, la razón comprende tanta pasión contenida y un deseo frustrado, de no haber respondido a un amor que quedó encerrado entre duras barreras. Los años pasaron en una nebulosa de confusiones, de no saber nada, de tantos momentos y una respuesta que aún no llega. Una noche fría que envuelve las calles de blanco , un llamado da funestas noticias de él, quien jamás habló de su enfermedad y una herida habría complicado,  agravando a un final su leucemia.! Cuánta congoja, cuánto heroísmo ! en  una espera que llega hasta el cielo, en un  abrazo que se estremece, encerrando silencios de tantas palabras y una prosa hecha poesía, donde cada tarde se escuche entre sombras " NADA MÁS, QUE UN INDEFENSO CORAZÓN ENAMORADO ". 

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